Este texto del evangelio es una teofanía, es decir, explica una manifestación de Dios, un encuentro, utilizando un esquema que se repite en todo el Antiguo Testamento. También ahora, cuando explicamos algo, utilizamos esquemas y estilos diferentes. Por ejemplo si empezamos diciendo: Había una vez, en un país lejano…, sabemos que nos referimos a un cuento.
En las teofanías el encuentro con Dios se realiza a través de fenómenos de la naturaleza, en un marco grandioso y con unos símbolos que eran claros para la gente de la época en la que se escriben. La lectura literal de una teofanía nos dejará indiferentes, y no es esa la finalidad de la Buena Noticia.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Subir a una montaña alta tenía un significado religioso (como ahora una peregrinación). Se subía para acercarse al Dios que habita en el cielo. Desde un monte muy alto Jesús había “visto los reinos del mundo” y había resistido a la tentación de postrarse ante el mal. Desde lo alto podemos tener una visión de dominadores, de poseedores o una visión contemplativa, “impregnada” de Dios.
Al monte Sinaí (de más de 2.000 metros de altura) se le denominaba “la montaña de Dios”. Allí Moisés tuvo una experiencia de encuentro con Dios. Conviene leer Éxodo 19, 16-19 para darnos cuenta de lo que suponía en tiempo de Jesús percibir la energía de Dios a través de los fenómenos de la naturaleza.
Para subir al monte y prepararse para el encuentro con Dios se requerían purificaciones corporales y de los vestidos: “El Señor dijo a Moisés: Ve donde está el pueblo y haz que se santifiquen hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día, porque el tercer día descenderá el Señor a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí…, todo el que toque el monte morirá” (Ex. 19, 10-13) Sólo podían subir Moisés, su hermano Aarón, sus dos hijos y setenta ancianos de Israel, todos ellos tuvieron una experiencia de contemplación de la gloria de Dios. (Ex. 24, 9-11)
Elías, tras luchar contra el politeísmo subió al Sinaí y se encontró con Dios a través del viento, el fuego y el temblor de tierra (IRe 19, 7-15)
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
El resplandor blanco no era ausencia de manchas sino un símbolo de la presencia de Dios. Así dice el propio evangelista que eran el vestido del ángel que anuncia que Jesús ha resucitado (Mt 28,3) En las primeras comunidades esta frase la comprendían como: Jesús participó de la gloria de su Padre, aunque para participar en esa gloría tuviera que sufrir la pasión que lo convirtió en un desecho humano.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estos dos personajes tienen un significado muy profundo. Moisés había dicho al pueblo: “Yahvé, tu Dios, suscitará en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, al que vosotros escucharéis” (Dtr. 18,15) La presencia de Moisés en esta teofanía nos indica que Jesús es el profeta suscitado por Dios, al que hay que escuchar.
La tradición decía que Elías no había muerto y que cuando volviera anunciaría al Mesías. En la teofanía “ha vuelto” y esta presencia, en sí misma, se convierte en anuncio del Mesías, frente a la tentación del pueblo de esperar un mesías de connotaciones políticas.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Resuenan de nuevo las palabras del bautismo de Jesús (Mt 3, 17). Ahora, en este contexto, permiten entrever que aunque haya anunciado la pasión y haya causado escándalo al decir que tiene que travesar el sufrimiento, lo hará como Hijo Amado, y camina hacia la victoria y la gloria.
Esta catequesis ayudaría mucho a las primeras comunidades a vivir el seguimiento, en medio de las dificultades de su época.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
¿Cuántas veces aparece en la biblia la frase “no temas”? ¿Cuántas veces, junto al temor humano, aparece la presencia de Dios (de múltiples maneras) haciendo gestos cercanos para ayudar a ver, escuchar o comprender con otra profundidad?
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Bajar de la montaña es como decir: “cuando acabó este encuentro con Dios”... De nuevo una alusión a la resurrección, y a la petición de silencio que recorre todo el evangelio de san Mateo. Se llama silencio mesiánico. Las cosas se revelarán a su tiempo.
Ante la lectura de este texto podemos quedarnos con el escenario exterior, como si viéramos una escena de una obra de teatro o descender a nuestra propia experiencia y preguntarnos:
· ¿Cómo cuido los encuentros con Dios?
· ¿Cómo resuenan en mí las palabras: Tú eres mi hija, mi hijo amado
EL EVANGELIO EN LAS TIC
• http://youtu.be/o-aPj5MBcBI 1,20 minutos, breve y claro, en dibujos animados para niños pequeños.
• http://youtu.be/oWIcWcAsqEUparasecundaria, nollega a dos minutos.
• http://youtu.be/NR5oepsPJaMpara bachillerato, más de siete minutos, los 3 primeros de explicación, luego el texto y los tres finales una canción. Se pueden trabajar las frases.