Hace 100 años se publicó en la Gaceta de Madrid una Real Orden por la que se permitía "la admisión de mujeres en todos los establecimientos docentes". Hoy me uno a las voces que dicen: ¡Gracias a las mujeres que trabajaron para hacerlo posible!
A partir de ese momento...
¡La puerta de acceso a la Universidad quedaba abierta!
Ya no había que disfrazarse de hombre para entrar, ni vivir frustrada toda la vida por no poder entrar.
Cien años después podemos exclamar: ¡Lo que se hubiera perdido la sociedad si esa puerta hubiera estado cerrada durante estos 100 años!
El miedo mantiene en la Iglesia otras puertas cerradas a las mujeres. Lo lamentaremos. Ojalá no sea dentro de 100 años.